09 marzo, 2007

El otro día iba a Viña del Mal (a pesar mío y a favor de mi bosillo), pensando en política, en el tiempo en el que todo me importaba y hacía algo al respecto, cuando me acordé de un anarco-comunista que conocí en un congreso estudiantil, que se vestía como Durruti y me llamaba compañera (seguro que ni sabía mi nombre) y al que siempre me quise tirar pero no lo hice porque en aquella época era una señora. Bueno el asunto es que me acordé de este sujeto y me dí cuenta que no puedo dejar de pensar en los hombres, que cualquier tema al final siempre deriba en alguno de ellos o en todos y volví a escuchar las recriminaciones de mi madre cuando de dijo que antes yo no era así de hueca, o las de Chopi que me dijo que me prefería ebria a maraca, o hasta las de mis amigas que se cansan de escucharme nadando en círculo por el huevón de siempre o algún otro adjunto y me recomiendan hacerme ver (lo haría con gusto si mi terapeuta fuera Carlos Passi). Por esto decidí cambiar, dejar de pensar y hablar de hombres, entonces esta vez omitiré escribir sobre mi ruptura definitiva con NN (porque me hizo una mariconada de las peores), sobre la equivocación del cartero que dijo que Christophe me había olvidado (me llegó una linda carta con regalo y todo), sobre mi intercambio de fluidos con un miembro de la Comunidad Económica Europea (aún estoy adolorida), sobre el regreso de Gonzalo (verlo y recordar como era mi vida me da un poco de autocompasión), sobre etcétera, etcétera. Se acabó, ahora este lugar del ciberespacio tratará sobre contingencia nacional e internacional (hoy escuché Bío-Bío la Radio, con Nibaldo, el Mr. Burns del periodismo chileno, esas fealdades que me encantan), basta de frivolidades.