
De vuelta a la vida laboral, heme aquí trabajando, increíblemente, y no puedo parar, a falta de una pega, ahora tengo dos, las noches en Mi Casa (ese bar donde muchos ya no van porque le cambiaron todo su estilo intelecto-tradicional-neo-porteño-cdls) y los días del finde en Journal del Puerto. Ya no tengo vida, pero si dinero, que estoy ahorrando para partir al Viejo Continente (a la mala) con mi amiga Susana, que también esta chata de tener trabajos de mierda (aunque los de ella bien remunerados) por acá en el Tercer Mundo, así que decidimos ir a limpiar wateres al norte. Lo bueno de trabajar en este bar es que la gente es muy buena onda, tengo pocos compañeros pero buenos; el Mae que me cuenta cómo cocinada perros en el la frontera con Bolivia cuando estaba en el ejército; Roman, un austriaco que tenía un hotel en mi barrio donde hacían unas apoteósicas fiestas en la azotea y que además es un desconocido cantante de áreas; Cata, una veinteañera recién estrenada que tiene un novio brasileño, quienes aman carretear como cuando uno también tenía esa edad. Para que hablar de los parroquianos, un variopinto ejército de bebedores, principalmente de cerveza, amantes de los tangos de los lunes y de los boleros de los martes y también supongo que de la música "alternativa" que el jefe quiere que se escuche (me censuró completamente a Alanis) el resto del tiempo. Necesito más tiempo para hablar de ellos, otro día, a otra hora, da para un capítulo aparte. Estas son las primeras apreciasiones luego de un par de semanas, nada más. También hay otras cosas de las que pretendo hablar luego, cuando todo esté más tranquilo...
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