Llegó Chopi!Sano y salvo a refregarme en la cara su felicidad boliviana. Pero partes de nuevo hermanito, así que te seguiré extrañando. En fin, Bolivia, Bolivia, Bolivia, país de mis amores, que ganas me dan de volver!!!. Anoche, hablando con Barb, recordando a Chris porque hoy es su cumple, le conté que el segundo momento sublime de mi vida fue por allá en el norte, un día de principios de septiembre. Era nuestro segundo día de tour por el río Beni, y el tercero sin tirar desde la primera vez en la comodidad de nuestro hotel en La Paz, luego de haber sorteado el Camino de la Muerte (la ruta más peligrosa del mundo) y ciertos inconvenientes en Guanay, nos encontrábamos en la Comunidad del Carmen, un poblado con casas de techos de fibra, tan sencilla, tan perfecta. Esa mañana partimos a la selva con Pedro, el guía local, un hombre encantador que se dedicaba a buscar oro en el río y una novia en las otras comunidades ( las mujeres de la suya eran todas sus parientes sangríneas o políticas), ambas tareas difíciles. Algunos hombres pescaron pirañas y como Chris no logró atrapar ninguna me dijo que si quería sobrevivir en la selva tenía que buscar a un muchacho que no fuera francés (sic). Me enternecí hasta no innombrable, aunque no pude dejar de pensar, para mi y sólo para mi, que para sobrevivir en la selva no necesitaba a ningún muchacho de ninguna nacionalidad, pesadez la mía hasta en los mejores momentos. Toda una tarde en la jungla. Volvimos a la Comunidad cansados, sucios y sin ninguna posibilidad de ducha, así que sin pensarlo me metí al río. Él tan caballero, me acompañó seguro temiendo que me ahogara, estuvimos allí hasta que anocheció y nos llamaron a cenar. Hacía mucho calor y me puse mi vestido rosado del Líder (ese con el que, según Jose, parezco una Barbie barata, de esas que no tienen anticulaciones), máxima expresión de femineidad en esas circunstancias y con el que, según Chris, parecía una gitana. Comimos rico, tomamos vino boliviano (no coments), nos sentamos a conversar con Pedro a la luz de una vela y comimos queque de plátano con hormigas. En el árbol, nos esperaba su hamaca, porque podíamos ser turistas, pero nunca dormir en la "tienda india" que nos tenían destinada (cosa para estadounidenses y otro tipo de europeos). Cuando el viento apagó la vela, nos fuimos a dormir, en realidad nosotros no, Greg, aunque dudo que lo lograse. Fue una noche linda, el final de un día lindo, y Chris silvaba Aznavour mientras yo le contaba la vida de Ferenc y su música gitana, me fumaba mi cigarro de antes de dormir (ahora si) y veía aparecer la luna llena entre los árboles de la selva.
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