Ya es hora de hablar del tema, dos semanas es tiempo suficiente para el post trauma. El asunto es que una mañana de sábado dormíamos con Eva en nuestro confortable apartamento, cuando a eso de las ocho y treinta de la madrugada nos despertó un estruendo de terror. Primero pensé que era el comienzo de un terrible terremoto de fin de mundo, los temores acumulados desde mis cinco años afloraron ipso facto y estuve al borde de entrar en pánico, pero luego, al mirar por la ventana me di cuenta que los cables no se movían como en 1985 y descarté la posibilidad. Sin embargo, también me percaté que desde el sector de la Plaza Echaurren venía un humo espeso a cubrir todo el quartier, acompañado por miles de papeles que volaban por el aire. Entonces volvió el recuerdo de mis veintiuno y pensé en un ataque terrorista, y claro ¡que bien!, por fin nos armamos compañeros, pero porque cresta se enzañan con mi bello barrio. La cosa es que nos vestimos (sin preocuparnos ni de los calzones, obvio) y partimos al sitio del suceso cual viles viejas copuchentas. Llegamos sólo hasta el Mercado porque nuestro vecino, que es un señor que nos quiere mucho porque dice que le alegramos la vida con nuestros escotes y minifaldas, nos advirtió que había sido una explosión producto de un escape de gas. Entonces fue cuando pensé en una historia que me habían contado, de cómo una vez Valparaíso entero estuvo a punto de desaparecer del mapa mundi por una fuga de gas gigantesca por allá en los años noventas. Reconozco que pensé en escapar a la Ciudad Jardín, pero luego decidí que era más digno morir en el Puerto que apretar cueva a lugares más seguros cual refugiado político. Ahí nos quedamos, avisamos a Mod para que juntara agua pero ella ni se había percatado de nada y estaba absolutamente más interesada en la postura de argollas de los muchachos Marmota y Cato y no nos dió ni bola. El asunto es que quedó una cagada de proporciones apocalípticas, cuatro edificios destruídos, los alentours destrosados como si hubiese pasado Godzila, escombros por doquier y mucha gente haciendo turismo de tragedia que daba vergüenza. Estuve todo ese día un tanto nerviosa, como cuando el 11S pero sin el buenmozo de Carlos Passi para que escuchara mis temores, me di una vuelta en A. P. y era otra ciudad, todo tranqui, a nadie le importaba nada. Ya ha pasado el tiempo y las cosas empiezan a volver a la "normalidad". Para los juerguistas ya se habrieron los lugares del carrete patrimonial, los bomberos ya no tienen tanto trabajo, algunos negocios atienden en otra parte. Pero cómo volver a transitar por esa calle donde me gustaba ver la transformación del lobo en hombre, meterme en el Rincón Hindú o en Euromoda a satisfacer mis pocos momentos de consumo, ver el departamento donde siempre quise vivir e imaginarme una vida, encontrarme con NN una tarde brumosa de invierno, otra de las tantas casualidades que no nos unieron. Ya nada va a volver a ser lo mismo en el Barrio Puerto.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home