20 enero, 2007

¿Cómo definir la vida en el Puerto? Es así, San Mateo llena de gente un sábado a mediodía, llego con Bucéfala y me sumo. Algunas mujeres esculturales muy bronceadas, muchas mujeres gordas también muy bronceadas, quinientos niños de vacaciones y su ejército de baldes, palas y pelotas, el rubio platinado que hace de salvavidas en la piscina y su música de radio Imagina, el heladero York que según Modelo envuelve el producto en unas bolsas que separan de un soplido lleno de bacterias (con la Su le contamos de vuelta que los dulces de La Ligua los rellenan con los dedos, y según mi tío Mario los helados de cien los hacen de mocos). Un poco de viento que me pega la arena a la piel, un baño en el agua helada del Pacífico Sur. Después volver al Barrio Chino, comprar las ensaladas de rigor y prepararme un almuerzo que siempre sobrará porque aún no pierdo la costumbre de cocinar para dos. Tarde de Aníbal Pinto (como ya es costumbre), más sol, algo del tango que invadió Valparaíso. Don Luén, más caro y más eficiente. Ahora me queda una ducha que seguro me va a doler porque me quemé un poco más de lo debido el culo (no andaba con mi traje de autoconfección colaless porque el otro día me encontré con Cara de Ratón en la playa y me dió cierta vergüenza, debo reconocerlo), esperar a la Eva (mujer ejemplo de madurez que nos ha sorprendido gratamente) y salir sin nuestra querida Su, que de seguro hoy se acostará temprano en el centro de Santiago, para reponerse de la noche atareada que vivimos y de pasar de largo desde VAP a SCL en el Tur Bus de las cinco veinte de la mañana, la que si tiene suerte soñará con el pene de trece kilómetros de Polo, el guardián de la Bahía Luna, y si no la tiene con el de Iván, el alcalde de la playa y miembro fundador (aunque tal vez esta palabra le quede grande) de la Sociedad de Naturistas de Chile. Vida porteña, veamos que nos depara la noche...