
25 febrero, 2008

22 febrero, 2008

11 febrero, 2008
Viernes del terror en el puerto de Valparaíso. La verdad es que lo paso muy bien ( a pesar de la puta caña de mierda), pero todo me parece una peli demasiado vista que ya te parece tonta (onda El lado oscuro del corazón). Entonces unos vetés de contrabando en el Canario (donde para varear nos encontramos con el culiado rico del Yandel, tan rico el pobre, lástima que sabemos que eso no le sirve de mucho), más vetés de contrabando sin ningún disimulo en el bar Mi Casa (que ya no tiene ningún brillo sin Cabro Chico), encontrarme con uno de mis tantos amigos mayores de cuarenta (el famoso J. que es la persona más Non Grata de la ciudad, lo sacan a patadas de todos lados y claro, unos de mis fovoritos)que me ve en la barra y hola como estai, tanto tiempo(meses)...vamos p'al baño? y comenzar una jaladera que solo se terminó cuando agoté toda su reserva de rocas volcánicas que no estaban tan buenas como prometían pero como dicen eso del caballo regalado igual me las pitié enteritas, para luego abandonar a este personaje con mis amigas que me decían "huevona, de donde sacaste a este pastel? de Melmac?, cara de palo, si al final igual me iban a odiar por incorporar este elemento a la noche (es que ellas son un poco selectivas en el sentido tradicional de la palabra, no como yo que los selecciono entre lo peor de lo peor salvo escasas excepciones-Emilio e Ítalo por ejemplo-). La cosa es que terminé ebria de embriaguez absoluta y abandoné a todo el mundo para seguir mi rumbo habitual, donde claramente me encontré con el buenazo de A. y le tuve que decir que se hiciera cargo de mi porque no estaba ni siquiera para encender el piloto automático de retorno al hogar (en realidad tenía la secreta esperanza que quisiera aprovecharse de eso), así que me hizo seguirlo hasta mi puerta mientras le contaba de una historia que escribí sobre cuatreros, una crónica onda erótico-rural que se me ocurrió en el viaje entre y Santiago y Valparaíso y por escribirla no dejé dormir a la pobre Su que tiene que lidiar con mi eterno "estar prendida". Así que tocó el timbre número ocho y me dejó sana y salva (que lata!!). En fin, sábado de peluquería.Cinco putas horas!!! y no crean que salí hecha la Luciana Salazar, sólo una versión más pelirroja de mi misma (la verdad es que andaba naranja). Toda la tarde sin poder cerrar un ojo, en la noche el cumple, luego el apestoso Playa que padecí de pura mártir buenita amiga que soy (a veces) y a las cinco y media de la madrugada abordar el turbux a mi trabajo en la ciudad, quien lo diría.