25 septiembre, 2024

 Ayer acompañé a JC a hacerse una operación. Se suponía que era con anestesia local pero salío borracho de opioides que apenas podía tenerse en pie. Mi función era conducir de vuelta. Dudé en aceptar el requerimiento, siempre me he sentido insegura manejando autos ajenos (incluso el Maruti de mi padre), más aún con un postoperado de copiloto pero después me llamé a mi misma a terreno y me dije CC, gobiérnate, manejaste en tempestades australes cruzando cordilleras, peleando la ruta con camiones acorazados, locos de atar al volante, por ciudades como Santiago de Chile y te vas a dejar amendrentar por una ciudadela más chica que Talca y una ruta cuyo mayor obstáculo son unas mini rotontas y la velocidad máxima permitida son sesenta kilómetros por hora? Pues no, así que hice de tripas corazón y me animé a cargar con semejante responsabilidad. Cuestión, como dirían mis adoradas argentinas, que aquello me hizo recordar cuando acompañé a E a hacerse una endoscopía, y me estoy pasando un par de pueblos en la historia pero enfín. 

Para mi siempre fue el Enano Maldito. Lo había visto por primera vez hace más de veinte años en la universidad y siempre lo recordé. Cuandó murió M  fui a Valparaíso después de mucho tiempo, me junté con JJ y fuimos a bailar a Máscara para exorcizar un poco la pena. No nos veíamos hacía tiempo y yo estaba con los sentimientos a flor de piel, la alegría del reencuentro y la pena del funeral. Cuando estábamos en la barra pidiendo los covers veo que JJ saluda a alguien, me doy vuelta para ver quien era y se aparece la imagen de E, borracho por supuesto. No me sorprendió que se conocieran, pero me molestó que JJ no lo saludara como correspondía porque estaba conmigo. Siempre la misma historia, sintiendo que me escondía , que no quería por nada del mundo que lo relacionaran conmigo. Ahora lo veo claramente y esa noche fue el principio del fin con JJ. Ya ahí estaban todos los factores que tiempo después quebrarían nuestra relación para siempre. Esa imagen de E se me quedó grabada en la cabeza. En enero, cuando ya estaba instalada en el departamente de JJ, recién comenzando con mi tratamiento para la depresión, un día me llama la Su que iba al Puerto y que saliéramos. Lógicamente terminamos en Máscara y ahí estaba él (también esa noche apareció otro personaje que tendrá cierta relevancia en mi vida pero concentrémonos en E), borracho. Bref terminamos bailando, le dije que lo conocía, desplegué todos mis encantos y también le confesé lo mucho que me había gustado en la universidad pero también le dije que tenía novia y supongo que algunas mentiras más por el estilo que me encantan y colorean mi vida. Días después empezamos a hablar por IG y cuando JJ se fue de vacaciones al norte a cuidar a sus sobrinos, nos juntamos a tomar unas cervezas en el Canario. Claro que nos gustamos, en realidad él me gustaba hace veinte años, pero fuera de aquel aspecto de sátiro había un hombre encantador, culto, amante de los libros y las pelis. Evitamos el contacto físico todo lo posible intentando respetar aquella institución de la pareja monógama heteronormada pero al final se nos fue de las manos. Ahora lo veo con más claridad y yo estaba buscando todos los subterfugios posibles por terminar con JJ que se dió cuenta inmediatamente de lo que pasaba y apenas llegó se armó un quilombo de proporciones apocalípticas. Asumo toda la responsabilidad, no sé terminar las relaciones, no sé ser responsable afectivamente, en definitiva las cago siempre. Me fuí de su departamento y en esos giros inesperados de guión, encontré una pieza de mierda, carísima, pero en Cochrane 87, departamento 8. Era una tranquilidad estar sola, me agobiaba la convivencia antes del episodio E. Entretanto estaba  esperando los resultados de los exámenes que me había hecho por el supuesto pre cáncer, con una angustia ya controlada por los medicamentos que tomaba que incluían un antidepresivo, un antipsicótico y una pastilla para dormir. Los recuerdos que tengo de aquella época son tardes muy domésticas con E, nos juntábamos mucho con sus amigos lo que hacía una diferencia abismal con JJ que a la única amiga que conocí fue a una vieja de mierda antipática con su misma superioridad moral y que se pasaba quebrando los huesos y que en su vida cumplía la misma función que su tía en su época, pero borracha. Acá había vecinos, amigos íntimos (una chica muy linda que resultó tener cáncer terminal pero en ese momento no lo sabíamos), mascotas, familia y no menos importante una biblioteca impresionante de la que no saqué ningún provecho. Al poco tiempo ya nos acostábamos sólo a leer, a hacer como que veíamos películas, a tomar tecido. No había nada de pasional en nuestra relación, al contrario de lo que se imaginaba JJ, que nos imaginaba culiando en los rincones más insólitos del Puerto. Supongo que por lo mismo ambos fuimos perdiendo interés y al cabo de unos meses dejamos de vernos. A ese mismo ritmo me volví a acercar a JJ con quien incluso decidimos arrendar un departamento mas grande para irnos a vivir juntos con el niño. Hasta ahora no entiendo porqué lo hice, tengo la certeza que fue algo irracional, culpa, manipulación y la necesidad imperiosa de volver a estar con mi hijo, todo eso pero sobretodo estupidez, la mente nublada por el alcoholismo y la drogadicción que por aquella época estaban en su punto más álgido. La receta infalible del caos. 

22 septiembre, 2024

 Llueve. No me di cuenta cuando fue el último día que puede ir al rio a tomar sol, con los grillos por todas partes augurando felicidad y un rana saltándome encima. Se acabó el tiempo del topless. Falta poco para que no podamos salir a hacer excursiones ni a correr cuesta abajo. Después de haber pasado casi en un año entero en primavera-verano la idea del invierno y sobretodo un invierno como éste no me seduce para nada. Tengo miedo. En realidad ni siquiera tengo la certeza de si puedo quedarme, aunque lo mas probable es que lo haga. El calor que me ofrece este lugar es de otra índole y esta vez creo que lo aceptaré.

Poco después de mi operación, la depresión volvió con igual fuerza, pero como tenía que vender el contenido de cuatro casas, preparar todo para irme, hacerme los chequeos médicos correspondientes, trámites y demaces, no tuve el tiempo para tomármela muy en serio. Además prevalecía la idea que, como en ocasiones anteriores en las que me había sentido así, no era más que una profunda tristeza que pasaría sola, sobretodo teniendo en cuenta la perspectiva del cambio de vida. Claramente estaba equivocaba y a eso sumarle las estupideces que cometí. Como siempre me dejé tentar por promesas vacías, la ridícula idea que las personas cambian en su escencia y volví con JJ . Es más, me fue a buscar. Cerramos un ciclo que habíamos abierto diez años antes cuando también dejamos todo atrás (mas bien yo) y partimos con guagua, gato y casa a cuestas en busca del sueño rural, que al final se develó como sólo mío. Pero me fue a buscar y se lo agradezco como algunas otras cosas que hizo por mi. Ese finde era la final de la copa del mundo y viajamos tarde solo para ver el mejor partido de la historia. La verdad lo que más recuerdo fue una cacha memorable que nos pegamos en el entretiempo. La noche anterior ya me había hecho un pequeño escándalo por celos supongo. El viaje fue lindo, fines de diciembre por la Panamericana, había movimiento, vida, que era lo que estaba buscando. Llegamos a Valparaíso muy temprano, amaneciendo y el amor que siento por esa ciudad se mezcló con el poco amor que me quedaba por él y supongo que eso me hizo embarcarme en esa relación de nuevo. Me fui a vivir con él, se suponía que por poco tiempo porque ya había tomado la decición de migrar y aquello era algo inminente. Todo eso duró sólo un día. Estábamos felices tomando cerveza en la Aníbal Pinto cuando me llamaron del hospital de mi pueblo para comunicarme que el pap me había salido malo y que en el mejor de los casos tenía pre cáncer

18 septiembre, 2024

 Tuve la estúpida idea de invitar a JC al festejo del 18. Como si ya no hubiera sido suficiente padecer cuarenta y cuatro años el yugo de la chilenidad, cuando al fin me liberé, me tienta la idea  las empanadas jugosas, anticuchos salados y obviamente litros de pisco sáwer. Nos fuimos de excursión como ya es habitual en mis días libres, con  toda la sanidad física y mental de dos cuarentones alcohólicos con ganas de redimierse. Hacemos buen equipo aunque mientras subo y subo cerros, me falta el aire, me da una punzada en el costado derecho, sudo como china, no dejo de preguntarme si hago ese esfuerzo sobrehumano porque realmente quiero o para agradar a mi precioso amante. La respuesta es todas las anteriores, antes de encontrarme con él (en Tinder of course) ya tenía la idea de salir de excursión, es casi el deporte nacional del verano por acá y la verdad es un poco criminal no hacerlo. Como estaba lesionada de otra borrachera memorable previa a mi cumpleaños y la última en Portugal, debía esperar la pronta recuperación. Así que fui al doctor, me puse un  aceite escencial que olía como mi abuelo Landa, hice cinco sesiones con Adriá, un fisioterapeuta jovencísimo y bellísimo con el que hubiera seguido en terapia por toda la eternidad, fuimos a Francia a comprar zapatos adecuados al Decathlon (que pagó él), hice sagradamente mis ejercicios con unas bandas elásticas improvisadas. Hasta que un día ya casi no sentí dolor. Entonces subimos a la pista de esquí de nuestro barrio que en veranos es un paseo obligado para los turistas. Como era el día de la santa patrona nos habían dicho, erróneamente, que las telesillas eran gratis, así que en un gesto de avaricia proverbial subimos y JC tuvo que pagar 20 euros que jamás le devolví. En la cima hay un reloj solar que había visto varias veces desde lejos y aunque no es un gran mérito subir en telesilla, me pareció una hazaña digna. Luego bajamos caminando hasta unos famosos lagos que son más bien lagunas y no pude resistir  la tentación de bañarme. Haciendo gala de mi impudicia habitual, me sumergí sin ropa en las frías aguas pirineicas. No se si hay algo que me haga sentir más viva que ese segundo, el primero, de la inmersión. El frío contra el que tanto batallo es también mi lugar. 

17 septiembre, 2024

 Estoy sentada escribiendo esto en la mesa de la casa de mi novio. Se llama JC, es absolutamente europeo, sexy, burgués, de derechas, tiene un trabajo del que ni siquiera puedo hablar. Como llegué aquí si las últimas noticias me situaban en la decadencia misma de Cochrane 87? Procedo a resumirlo. Antes de dejar Contulmo, sumida en la peor de las depresiones, entendiendo que lo había perdido todo, que era imperioso reconstruir la vida aunque no sabía cómo y sobre todo con qué fuerzas porque apenas me podía levantar, decidí que dejaría el país porque si me iba a pegar el salto, que fuera grande, al otro lado del charco, para qué andar con pequeñeces. Tenía ahorrado algo de dinero, que primero fue para comprarme un auto, luego para en algún terreno y con el que al final pude pensar con más tranquilidad la idea de autoexiliarme sin tener que esperar demasiado. Había terminado hacía poco con un novio que tuve cerca de un año, Darío, un chico lindo y dulce que me provocó un daño en el cuello del útero del que todavía no me recupero del todo. Terminamos por una pelea tonta pero la realidad era que estaba en un pozo tan profundo de desolación que no podía con la carga emocional de una relación, cualquiera fuera su tipo. Lo hice todo mal, no me comporté coma la adulta que soy, me perdí en los subterfugios del amor moderno para no tener ningún tipo de responsabilidad afectiva. Si algún día llegas a leer esto Darío, quiero que sepas que lo siento, que te quise mucho, que fuiste un bálsamo para mi alma y una condena para mi salud sexual, pero lo pasamos bien, contigo volví a sentir amor y compañerismo y resfriados bolivianos. De verdad lo siento. Cuando estaba en el peor momento, cuando no hacía más que llorar cada vez que me subía al auto para volver del trabajo a la casa y manejaba los treinta kilómetros de montaña con los ojos empañados corriendo un peligro mortal y por mi cabeza pasaban a cada momento pensamientos disrruptivos del tipo que pasaría si me estrello contra ese o aquel camión maderero o si me desbarranco o si me tiro por ese puente. Luego un día me llamaron del hospital del pueblo lejano para decirme que después de tres años me iban a hacer la rinoseptoplastía , que debía hacerme los exámenes pertinentes e ingresarme la semana siguiente, sin siquiera tener una cita previa con el cirujano como habíamos previsto hace tres años. No. El doctor Ojeda me vería en la sala de operaciones, cualquier duda podía dilucidarla en aquel momento. Lejos de angustiarme aquella idea me entusiasmó, supongo que hacer cualquier cambio, aunque fuera uno tan radical como ese, era algo que me hacia volver a la vida, además tampoco era necesario cambiar mi nariz, solo era una alternativa que me habia ofrecido el médico. Llegó el día, mi padre me llevó al hospital donde debía pasar la noche, murió la reina Isabel, dormí tranquilamente. Me cuesta creer lo tranquila que estaba teniendo en cuenta que en aquella época no tomaba la Venlaflaxina. Cuando llegué al pabellón, estaba saliendo de cirugía un niño al que le habían extirpado las amígdalas y las enfermeras lo trataban con un amor reconfortante. Ojeda me preguntó que quería, de dije que sacar la jiba y levantar la punta, puedo hacerlo me respondió. Entré en la anestesia general con el placer de siempre, no se si hay una sensación más exquisita que esa. Dos horas de quirófano, al salir las mismas enfermeras amorosas se ocuparon de mi y nunca respiré como en aquel momento. Como todas mis experiencias en el servicio público me trataron fenomenal, todo fue satisfactorio, no pagué ni un puto peso. Los días siguientes sentí olores desconocidos, intensidades aromáticas que no sabían que existían y cierta curiosidad de mi nuevo rostro. Claro que me veía distinta pero reafirmé aquella certeza que tuve cuando decidí operarme, que si bien mi nariz era un razgo distintivo no era yo, nada de lo que hay fuera era yo, son partes de mi que en realidad no me definen, soy más que un cuerpo, más tarde comprendí que aquello era sólo una parte de la verdad, pero esa es otra historia.