15 julio, 2009

Me encontraba por allá por las alturas del barrio alto tratando de conseguir regalos para adolescentes regodeonas hermanas mías. Salíamos de cierta pizzería donde comimos hasta la saciedad más absoluta y mientras esperaba afuera tratando que me calentara un poco el solcito de invierno que todo el mundo sabe que no calienta a nadie pero yo insisto, aparece de la cafetería de al lado, más flaco que antaño, más envuelto en misterio yo que lo creía en el "extranjero", el mismísimo A.G., apersonado en territorio nacional. Me hubiera ido de culo si no lo hubiera perdido en siete días de cama y ayuno, por algo que parecía AVIH1 y que al final no fue más que una simple gripe y mi tradicional exageración. El asunto es que ahí estaba, casi lo podía tocar."Mijito" pensé, aunque no me provocó los orgasmos espontáneos de hace unos años, cuando sólo de ver su figura modelada al final del pasillo que parecía final de túnel y la luz, sentía que se me iba la vida en un escalofrío de entrepierna húmeda. Lo miré hasta que se perdió en una librería contigua, era que no. Después de deleitarme con su imagen lo único que pude, me dió por pensar en eso de cómo una cosa lleva a la otra, o más bien cómo un hombre te lleva a otro y a otro más en este caso. Luego me dió por pensar en el examen que tenía que ir a buscar más tarde y se me acabó al touch la grata sorpresa y más bien un pánico al que le anduve haciendo el quite por años, se apoderó definitivamente de mi. Me arrepentí como la católica que era a los doce años por andar maraqueando sin condón y de paso le juré a Romualdito que si tenía un hijo le pondría su nombre (Romualdito González parece que comes soon). Para que les voy a mentir, obviamente lloré (ese día y los precedentes), pero según el laboratorio clínico de la Univerdidad Católica (conchesumadre, parece que esto es una señal) no tengo ná. Aún me queda la sífilis y la gonorrea, pero no se puede vivir apanicada, así que mejor la corto con tanta emotividad. Así que heme aquí casi sana y casi salva como se vive por acá


PS: Ahora esperemos que la poca calma que me resta no se vea perturbada por el padre de Romualdito que se me encela cada vez que le da por leer este blog y se encuentra de frentón con mi vida así como era. No se puede vivir sin pasado, mon amour y yo no puedo no recordarlo.