26 abril, 2008

He aquí el lugar. Podría ser cualquier playa del largo litoral chileno, pero no. Es su playa. Barbarella partió en una semana santa caótica y onerosa como cualquiera, gastando un dineral en nombre del amor. La despedimos en Vergara 24 con todas las bendiciones y señales de la santa cruz que la ocasión ameritaba. Partió desde Los Héroes dejándonos el corazón apretado, como madres despidiendo a su hija antes de la boda (suponiendo que las novias y la misma Barb fuesen vírgenes), ansiosas, cifrando en ella nuestras últimas esperanzas, queriendo creer que el amor existe. No phone calls en todo el finde. No podíamos arriesgarnos a llamarla he interrumpir un encuentro, así que nos apretamos los dedos en las puertas antes de marcar su número. El domingo Su partió a las alturas de Macchu Picchu y yo a casa de mis tíos comunistas a celebrar la resurrección de nuestro señor Jesucristo sin huevos y con un buen asado. Ya de regreso recibí un mensaje que mi amiga enviaba desde las cercanías de la capital manifiestamente doloroso. En estas situaciones tengo que hacer honor a mi nombre (lo que no ocurre con frecuencia porque por lo general son ellas las que me tienen consolarme a mi), me puse el traje de súper puta y partí a conocer el terminal San Borja. Tuve que esperarla porque los accesos a la ciudad estaban colapsados. Todo un drama para las drama queens. Cuando finalmente llegó nos abrazamos como de pésame (como mi nombre lo indica ¿cuantos pitos se habrá fumado mi padre antes de ir al registro civil a inscribirme en los anales de la historia con estos tres nombres tan karmáticos que perfectamente podrían emplearse en esta incómoda situación?) y caminamos como de cortejo fúnebre hasta el otro terminal para que Barb regresara a su natal San Antonio y se alejara aún más del antiguo reducto carbonero donde había ido a parar Santiago. Penas de amiga nos miramos las dos con esa cara de víctima que siempre pongo y que Barb detesta. Me resumió tres días en menos de media hora y a pesar del dolor y como buenas recilentes que somos a medio camino ya estábamos cagadas de la risa. Claro, el amor existía, pero estaba en otra parte, fuera de nuestro alcance, comme d'habitude, en un pueblo perdido en la costa sureña, en una ciudad de la costa oeste de los Estados Unidos, en la capital de Francia, incluso en el puerto de Valparaíso, pero siempre lejos, a kilómetros de distancia, fuera de nuestras garras de aves de rapiña en hambruna. Ahora empezamos a creer que nos hecharon una maldición, que alguien clava alfileres en muñecas de trapo con nuestro pelo, justo en nuestros corazones porque en general gozamos de buena salud (excepto cuando nos embriagamos como anoche y a Barb le da por casi hacerse atropellar y una súper puta teniendo que salvarle la vida, para que sólo unos pasos más allá se saque la misma mierda y despierte con sendo moretón en la rodilla derecha que no recuerda cómo ni porqué llegó ahí). Segunda vez en nuestros ocho años de historia que veo a Barb derrumbarse, pero como ella es estoica, poco le dura, regresa al mundo de los vivos con una facilidad envidiable, entre cincuenta y dos cabros chicos y la burocracia retoma su vida, se reconstruye, se inventa de nuevo, se arma. Entonces cuando nos juntamos una vez al mes por estas costas aprovecha para darnos una pequeñísima dosis de jugo sobre Santiago, su lejanía y los amores imposibles. Tampoco podríamos decir que mi querida pierda el tiempo, más bien lo aprovecha abusando de mi bello hermano, colándose en su habitación cuando llegamos en la madrugada, tratando de pasar piola pero errando garrafalmente despertando a las diez de la mañana, justo cuando llegábamos con Karenpaola después de amanecer en el departamento del hombre que me dio éxtasis (ahora si puedo dar fe de su buena conducta), y no encontrándola en la cama en la que se suponía debía estar la comenzamos a buscar con desespero, despertó toda la casa, la Modelo la buscó debajo de la cama y yo decía "tal vez fue a comprar pan" y no, no estaba comprando PAN, se estaba comindo a ChoPAN, mi hermano (de paso me entero que otra de mis "amigas" ya había dado cuenta de él y que en definitiva todas las perras le tienen ganas y no respetan sus tiernos veinte). Cuando por fin reunió coraje para salir, recibió una ovación de Cochane 87, 8 en pleno. está claro que no la bajamos del columpio en todo lo que restaba del día. Que para mi no era mucho, por lo menos en esa dirección que me albergó por casi dos años (los más intensos de mi vida), porque mi tío comunista y mi abuela cultivadora de manzanas orgánicas llegaron temprano a buscarme. Como por milagro cupo casi todo, dejé la casa casi desvalijada y me fui con el corazón casi tan roto como el Barbarella del puerto de Valparaíso, mi verdadero amor.

08 abril, 2008

De nuevo sin tiempo para vivir. Ayer llegué a Vergara como a las cinco, comí algo y me quedé raja hasta las nueve de esta mañana. Trabajólica. No, en realidad fue porque el domingo en la noche me junté con mi prima en Plaza Italia, nos tomamos dos botellas de vino, nos dio por crear un negocio (prostitución, of course), y voilà, mi primera borrachera capitalina, lo que no hubiese sido nada terrible si no me hubiese tenido que levantar a las cinco de la mañana para partir al aeropuerto. Lo bueno de la caña del éxtasis es que nada se le compara así que no estuvo tan mal. Así me lo paso perdiendo el tiempo mientras en la vida de los otros pasan cosas dignísimas de contar. Esta historia comenzó a gestarse hace como tres años, en un noviembre de alcohol en la vida de mi amiga Barb y de casada para mi. Recuerdo que una tarde llegaron Barb y Modelo a contarme sus aventuras mientras yo las envidiaba abiertamente (tal vez entonces empezó idearze en mi cabecilla loca eso de mandarlo todo a la mierda y quien iba a imaginar que eso un par de años después significaría que la Modelo y Gonzalo se hicieran novios y toda esa volada tan rara y tan natural al mismo tiempo). Barbarella había conocido a un hombre especial en la plaza bailando brit pop (un lugar que yo aún no frecuentaba y me parecía increíble que se pudiera conocer a alguien en medio de tanta oscuridad). Estaba tan contenta mi amiga, él era tan rico, tan moreno, tan barbudo, tan intelectual, un perfecto como pocos, un soñado. Luego diciembre, carnavales, el obligado exilio de Barb en su puerto de San Antonio, el miembro más antiguo del Club de la Serpiente que se va para otro puerto y que queda la cagada porque conoce a la nefasta TT. Fin de la historia. No hablaron ni se vieron por dos años. secretamente seguíamos sus aventuras porque Fortuna puso en mi camino al miembro número dos del Club y un día nos enteramos que eran amigos de esos íntimos así que entre cacha y cacha y como que no quiere la cosa me fui enterando de los vaivenes de la relación de estos dox que finalmente terminaron mandándose a la misma mierda para felicidad de Barbi. Pero era una de esas felicidades sin esperanzas, después de dos años a una ya no le quedan, era sólo una pequeño triunfo póstumo, que se yo, huevadas de minas. Hasta que una tarde cualquiera la bella Bárbara recibe un imeil del sujeto. Y esas cosas nos revivien las esperanzas al touch, huevadas de minas. Tiempo después, también gracias a mis aptitudes como investigadora, supimos que el muchacho había partido a un lugar de la provincia de Arauco que no nombraremos...(TBC)