Tantos días sin escribir y tan poco que contar. Lo de siempre, findes satánicos, exceso (aunque la semana pasada exageré al parecer), lunes con ganas de morir, martes resignándome a que mi vida se trata de esto y de regreso a las pistas de baile gay, miércoles de cine aterrorizada con una peli como la vida, de esas donde los hombres se creen muy bacanes y no salvan a nadie y la mina cuando toma el control de la situción se los pitea a todos al touch, jueves decididamente de descanso hasta que Ale Zárate interrumpe mis dulces sueños y me exige reunirme con ella para bailar raggamuffin, y como no se decir que no me visto y en diez minutos he cruzado la city. Entro gratis al baile y siento un poco de cargo de conciencia por mis amigos que afuera luchan por colarse en una fila de kilómetros (la semana pasada entré con la Su y los demás-entre ellos Chopi, mi hermano- tuvieron que esperar cuarenta minutos...). En la entrada me encuentro con A. que también es VIP (de hecho mucho más que yo) y está tan loco que andaba con el libro que me había prometido hace semanas, a quién más que a él se le ocurre andar con esas cosas en una disco, por algo se le pierden. En fin, le dije que mejor me lo diera a la salida porque yo no llevo pantalones. Tanta gente, los amantes de Eva en pleno, y una eternidad de pendejos calientes que se eprovechaban del inevitable roce. Fue entrar y perderme de mi banda, tratar de cobrar mi vodka tónica tantas veces que ya estaba al borde de un ataque de nervios: llegaba a la barra y entre metaleros, punkis, reggaetoneros y machos varios de todos los estilos mucho más grandes que yo, mucho más resistentes a la multitud que yo (ya estoy empezando a temer por mi salud mental ahora que se acerca el carnaval-¡que susto!- vuelvo a pensar en estampidas humanas como en la ciudad santa de La Maca), mucho más hijos de puta que yo que se estiran como contorsionistas desaforados por sus asquerosas piscolas o roncolas del infierno (puros tragos de maricones), yo pequeña y frágil criatura sobria aún perdía la paciencia, me iba a dar una vuelta al baño con la esperanza de que a mi regreso el ímpetu de beber se hubiese calmado entre los asistentes, y me encontraba el baño también repleto de minas producidas hasta la ridiculez (todo porque yo andaba cultivando mi pinta de vagabunda que me va tanto ahora), como si hubieran hombred para seducir en aquel lugar. Entonces me encontraba a las dos de la mañana, con los nervios medio destrozados, sin poder chupar, sin poder mear, sin nadie a quien jotear (en realidad estaba A. pero ya estoy tan harta de él...) Pero como me he encontrado en situaciones peores, hice de tripas corazón (la frase favorita de mi madre) y partí decidida a luchar contra los canallas que se interponían entre mi embriaguez y yo (aún no sospechaba que la noche me deparaba más pruebas que sortear para cumplir este propósito, aunque claro, estaba ese presentimiento). Me acerqué lenta pero decididamente y con los codos filudos que heredé de mi padre me abrí camino hasta esa barra celestial. Tenía mi V.T. , ya estaba a salvo. La huevada es que quería tomarmelo lento, disfrutar del puto trago, entonces cuando vi a mi hermano aparecer de entre las luces discotequeras rumbo a la pista del lado y salí corriendo para saludarlo como una loca como lo hago siempre, como si no lo hubiese visto hace sólo unas horas en un concierto del coro de cámara en una iglesia perdida en Playa Ancha, cantando villancicos y toda esa mierda navideña que me emocionó casi hasta las lágrimas porque era él el que cantaba, como si no lo viera casi todos los días ahora que mi vida volvió a ser sabática y él ya no tiene a esa bruja por novia, la huevada es que para varear tontamente salí corriendo gritando Chopi, Chopito de mi corazón, hermano menor, chico increíblemente guapo con el que me quiebro con mis amigas y mis amigos!!!Y él no me escuchaba o fingía no escucharme porque vivo para avergonzarlo (sin querer), hasta que lo capturé, le dije algunas leseras que lo hicieron reír le di unos besos fraternales y me devolví a donde estaba bailando, con el vaso casi lleno como lo tenía cuando ví aparecer a mi hermano entre las luces discotequeras y lo salí persiguiendo, entonces en el pasillo estaba un gigantón ebrio bailando como un loco que me baña de un manotazo de mi propio vodka y yo con ganas de llorar, pensando que debía haber partido antes de que todo esto aconteciera porque tenía ese presentimiento y con furia le tiré el conchito de bebida que me quedaba en el vaso a esta altura casi vacío en plena cara y el vaso también si que más quedaba. Nada. Quedé tiesa hecha un Vodka Tónica. Pero nada puede amargar mi noche. Fui por otro, me lo tomé al seco antes de que algún hueveta me lo regara encima. Y a cada rato me encontraba con este tipo que me hacía burlas y yo le gritaba "¡imbésil!", hasta que se acercó a pedirme disculpas porque dijo que yo le caía tan bien y de adonde si ni me conoces ? de la calle, flaca, y me caís terrible e' bien, no quería arruinarte la noche... Y como ya lo dije no me puedo negar a nada, nunca, menos a un hombre: ya , no te preocupís si a no me arrinaste la noche. Fin del conflicto, si a mi deberían mandarme de diplomática a los Balcanes (¿o ya era?). De vuelta a casa perdí a mi hermano para seguir bebiendo, le pedí el famoso libro a A. y partí caminando cantando tangos y boleros de la época del Ángel más contenta que triste, sólo levemente embriagada, sola ya bien entrada la noche.