16 octubre, 2007

Entre mis muchos ires y venires este ha sido el más amargo. ¿Cómo saber que decir ante una pena tan grande? Yo que me jacto de verbalizarlo todo me quedé muda, sin saber siquiera si el ir, si el estar, valía la pena, ayudaba en algo, calmaba un poco ese dolor en el pecho. Tampoco sé si corresponde hablar de esto aquí, pero ¿cómo pasarlo por alto?.
En nuestro pueblo chico todos nos conocemos. Fuimos al mismo colegio, terminamos siendo amigos de los amigos de los amigos, nuestros hermanos son amigos, nuestras madres se topan en el supermercado. Y también por eso estos momentos duros nos tocan a todos. Así todos entendimos que la dignidad era otra cosa (no algo que se guarda entre las piernas como muchos me quisieron hacer creer), sino esa entereza, ese ser capás de estar de pie aunque por dentro estemos en el suelo, esa valentía. Y así, seguramente todos nos volveremos a encontrar un día de invierno aunque sea primavera al final de la calle Prat.