26 septiembre, 2007

Cuando me gusta un hombre no puedo evitar imaginar que cara pone cuando folla. He imaginado, por ejemplo, rostros exitantes que incitan a la lascivia y por el contrario me he encontrado con gestos bobalicones, casi oligofrénicos, que claro está no me tientan a una segunda vuelta. Otros han fruncido el ceño de una manera tan exagerada que el rostro se les desfigura y más que hombres tirando, parecen animales de circo maltratados, y claro con este tipo anduve algo más dada mi natural tendencia al horror. Otros se trasforman en ángeles, la mirada se les trasparenta y con ellos puedes sentir que haces el amor aunque no los ames. Pero prefiero aquellos que no cambian tanto, a los que puedes reconocer mientras te penetran como la persona con la que hablaste hace un rato, con la que te reíste de una broma que sólo ustedes encontraron graciosa, con el que te besaste en la boca y empesaste a desear que eso que esta ocurriendo ahora pasara. De esos he encontrado dos o tres.